Fellini había ideado, junto a Pinelli y Flaiano, un bloque de escenas dedicadas a la revista en I vitelloni (1953). Los cinco amigos acuden al teatro a ver a las bailarinas y a buscar una aventura con la vedette. El único movido por un impulso menos venéreo es Leopoldo (Leoporldo Trieste), que ha conseguido que el capocomico lo reciba después de la función para que le lea su obra. Es éste un viejo actor en horas bajas que termina escapando del café y permitiendo que el ilusionado autor lo siga hasta la playa. Sólo allí caerá en la cuenta el iluso ilusionado que lo que el comediante busca es también carne fresca. Leopoldo escapa sin hacer caso de las protestas del anciano.
Fellini quiere ofrecerle el papel a De Sica. Se trataría de intrepertar a un trombone, un histrión de medio pelo, como hará poco después en Noi siamo le colonne (Luigi Filippo D'Amico, 1956). De Sica lo recibe en la Stazione Termini, durante una pausa en el rodaje de la película homónima. Es una hora avanzada de la madrugada. Fellini ataca por derecho. De Sica tiene alguna duda... Le preocupa que el personaje no resulte humano. Fellini le convence de que al viejo actor deseoso de afecto le sobra humanidad. Es tan vehemente su argumentación, tal su labia, que De Sica queda convencido. Sólo queda firmar el contrato. Pero bien sea porque las agendas no cuadren o porque sus pretensiones económicas rebasen las posibilidades de una película modesta, el joven realizador decide recurrir finalmente a Achille Majeroni. Dice la leyenda que el actor no comprendió lo que estaba haciendo hasta que los compañeros empezaron a burlarse de él por haber interpretado el personaje.
Fue una elección acertada, razonaba años después Fellini. De Sica hubiera resultado "demasiado humano".
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