domingo, 20 de diciembre de 2015

una comedia musical a la húngara


Extraño periplo vital el del pionero de la radiodifusión y el cine sonoro en Argentina, Enrique Telémaco Susini. En 1938 recibió un premio en Venecia por La chismosa, protagonizada por la española Lola Membrives y codirigida por el también español Luis Marquina. Poco después dirige en Italia Finisce sempre così, en cuyo reparto hay de nuevo un español -o hispano-chileno-, Roberto Rey.

Éste interpreta a Renato, un exitoso compositor de operetas afincado en Budapest, mujeriego y plagiario. Lo primero afecta gravemente al orgullo Elissabetta (Nedda Francy), esposa abandonada en el pueblo donde también vive Alberto Miller (Vittorio De Sica), el autor de las melodías que están dando fama y notoriedad al amigo. Alberto, organista en la iglesia local y delicado cultivador de flores, está enamorado de Elissabetta. Complétese el cuadrilátero con una muchacha buena y honesta, que bebe los vientos por él y ya tenemos listo el enredo de una inane comedia de teléfonos blancos, submodalidad "a la húngara". La localización exótica es imprescindible, no porque la opereta que va a estrenar Renato se titule "Noches en el Danubio", sino porque hay amenazas de divorcio, duelos y otra serie de incidentes que nunca podrían tener lugar en la Italia fascista.

De todas formas, como era de prever, no llega la sangre al río. De Sica había hecho este mismo papel de joven romántico, un poco soñador y otro tanto liricoide, con ocasiones para el lucimiento en el terreno de la comedia física en la escena del duelo y en otra en la que cae al agua desde la barca. Pero todas estas cosas -y alguna más, como la perilla- ya las habíamos visto en Tempo massimo, un lustro y dos decenas de películas atrás.

Melodías pegadizas y números musicales de inspiración berkeleyana eran ejercicios obligados en los musicales de ambientación contemporánea. Finisce sempre così cubre así el hueco de cine de género que no llega de Estados Unidos a la Italia de Mussolini.

domingo, 6 de diciembre de 2015

una aventura apócrifa de vittorio de sica

 

Robert Hamer es recordado fundamentalmente por su anómala aportación al canon de la comedia Ealing: Kind Hearts and Coronets (Ocho sentencias de muerte, 1949). No obstante, tuvo una carrera anterior bajo la tutela de Alberto Cavalcanti y otra posterior dentro y fuera del estudio de Michael Balcon y en los inicios de la televisión privada en Gran Bretaña. Francófilo y excelente persona a decir de sus contemporáneos, sus problemas con el alcohol le impidieron terminar su última película como director, School for Scoundrels (1960), que, paradójicamente, produjo beneficios en su estreno estadounidense. Es por esta época cuando se sitúa la anécdota apócrifa que lo relaciona con Vittorio De Sica.

Separado de su mujer, la actriz Joan Holt, Hamer se ha trasladado a vivir al piso de la montadora y guionista Pamela Wilcox en Chelsea a principios de 1958. Juntos viven días de vino y rosas. La ratificación de su relación habría tenido lugar en una iglesia del barrio londinense de Chiswick, aunque otros sitúan la anécdota en el cementerio. El oficiante es Vittorio De Sica.

A falta de poder cotejar las fechas con exactitud, aventuramos que la ceremonia podría haber tenido lugar durante el rodaje londinense de The Millionairess (La millonaria, Anthony Asquith, 1960).