domingo, 22 de noviembre de 2015

demasiado humano

Fellini había ideado, junto a Pinelli y Flaiano, un bloque de escenas dedicadas a la revista en I vitelloni (1953). Los cinco amigos acuden al teatro a ver a las bailarinas y a buscar una aventura con la vedette. El único movido por un impulso menos venéreo es Leopoldo (Leoporldo Trieste), que ha conseguido que el capocomico lo reciba después de la función para que le lea su obra. Es éste un viejo actor en horas bajas que termina escapando del café y permitiendo que el ilusionado autor lo siga hasta la playa. Sólo allí caerá en la cuenta el iluso ilusionado que lo que el comediante busca es también carne fresca. Leopoldo escapa sin hacer caso de las protestas del anciano.

Fellini quiere ofrecerle el papel a De Sica. Se trataría de intrepertar a un trombone, un histrión de medio pelo, como hará poco después en Noi siamo le colonne (Luigi Filippo D'Amico, 1956). De Sica lo recibe en la Stazione Termini, durante una pausa en el rodaje de la película homónima. Es una hora avanzada de la madrugada. Fellini ataca por derecho. De Sica tiene alguna duda... Le preocupa que el personaje no resulte humano. Fellini le convence de que al viejo actor deseoso de afecto le sobra humanidad. Es tan vehemente su argumentación, tal su labia, que De Sica queda convencido. Sólo queda firmar el contrato. Pero bien sea porque las agendas no cuadren o porque sus pretensiones económicas rebasen las posibilidades de una película modesta, el joven realizador decide recurrir finalmente a Achille Majeroni. Dice la leyenda que el actor no comprendió lo que estaba haciendo hasta que los compañeros empezaron a burlarse de él por haber interpretado el personaje.

Fue una elección acertada, razonaba años después Fellini. De Sica hubiera resultado "demasiado humano".

domingo, 15 de noviembre de 2015

la tournée de dios y rené clair




Il giudizio universale tiene evidentes puntos de contacto con la novela de Enrique Jardiel Poncela La tournée de Dios. Y si el libreto de Zavattini hunde sus raíces en aquel humor deshumanizado de la década de los veinte que empieza a humanizarse a principios de los treinta, De Sica busca sus referencias en la misma época y en el cine de René Clair. Claro que, a principios de los años sesenta, el humor del Bertoldo y el Marc’Aurelio no puede estar más olvidado y el recién elegido miembro de la Académie Française tendrá todos los reconocimientos oficiales que quiera, pero como cineasta no puede haber caído en mayor desgracia. Los más fieros nuevaoleros ni siquiera se molestan en desacreditarlo.

Su influencia -la de Clair, no la de Jardiel- es evidente en dos series de episodios de Juicio Universal: los que tienen que ver con la visita a Nápoles de Su Excelencia y el largo ballet de los camareros y botones del hotel donde se hospedan el embajador y la gran dama.

Su Excelencia y su séquito son los herederos naturales de los capitalistas de Miracolo a Milano. Estos, cuando negociaban el precio de los terrenos, se exaltaban tanto que las cifras perdían sentido y sus pujas se convertían en ladridos. A pesar de sus chisteras y de sus cuellos de piel son dos perros a la greña. En la tribuna de oradores de Nápoles, con toda la ciudad congregada en la plaza, Su Excelencia romperá a reír sin más. Son casi las seis, el Juicio Final va a comenzar y lo que el pueblo precisa es una lección de sangre fría.


La película se estrena en septiembre de 1961, clausurando la Mostra de Venecia. Allí no convence a nadie. Unos piensan que le falta mordiente y otros que carece de unidad, que los episodios quedan demasiado deslavazados. Pesa más, nos parece, lo acomodaticio de los finales de los diversos episodios, algo que seguramente Zavattini y De Sica entendían como mero pesimismo pero que el espectador puede traducir como falta de implicación moral en la fábula. En Italia, se le reprocha también lo heterogéneo del reparto y la ausencia de intérpretes napolitanos que hubieran dado autenticidad a la localización. En el extranjero, por el contrario, donde el elenco interpretativo es precisamente el argumento de venta, choca la variedad de registros y la excentricidad de la propuesta. A las pantallas de Gran Bretaña y Estados Unidos ni siquiera llega.

jueves, 5 de noviembre de 2015

una imitación


Giuseppe Benatti debuta en la dirección de largometrajes con Il microfono è vostro (1951). El programa radiofónico homónimo sirve para descubrir nuevos valores y allí se monta el enredo cuando Maria Variani (Gisella Sofio), hija de un célebre catedrático de entomología y prometida con el rey del tomate en lata, canta con los alegres muchachos de la New Orlean Roman Band. El enredo romántico alterna con las actuaciones musicales del Quartetto Cetra, Rino Salviati, Gorni Kramer y Nilla Pizzi con la orquesta Angelini, que interpretan la canción ganadora del II Festival de Sanremo, "Vola colomba".

Pero la aparición apócrifa de Vittorio De Sica ocurre durante la intervención en el programa de radio de Leone Kovic (Franco Pucci), un amateur que imita las voces de varios actores y directores, entre ellos Paolo Stopa, Alberto Sordi y Vittorio De Sica, al que presenta en Venecia rodeado "de doscientos niños y cuatro mil ladrones auténticos" para el rodaje de la película "Ladri di gondolette". La imitación queda rematada con el estribillo de la sempiterna "Parlami d'amore, Mariù".

Y es que, a la altura de 1951, De Sica era todo un icono del cine nacional.