domingo, 28 de junio de 2015

la cámara en la fábrica



 

Al iniciarse el rodaje de Una breve vacanza / Amargo despertar el proyecto acumula tres o cuatro años de demoras. En los sesenta las cámaras se han familiarizado ya con la fábrica como plató. Monicelli lo ha hecho desde una perspectiva histórica, no exenta de ironía, en I compagni (Mario Monicelli, 1963), y está reciente el éxito de dos películas impulsadas por el PCI como La classe operaia va in paradiso (Elio Petri, 1971) y Mimì metallurgico ferito nell’onore (Lina Wertmüller, 1971).  

Agotado el ciclo del boom económico de los primeros sesenta, la angustia de los italianos se centra en la acentuación de los desequilibrios: norte/sur, ciudad/campo y “un consumismo vacío –como valor laico– y un tradicionalismo –como valor católico– que muestran a un mismo tiempo sus propios límites, especialmente su falta de adecuación como amortiguador social”. [Stefano Della Casa: Mario Monicelli. Il Castoro Cinema, Milán, 1987. p. 57.]. La radicalización de la lucha sindical, de la que la ocupación de la Fiat en marzo de 1973 es un episodio capital, no excluye la clave feminista de la que también se hace eco la película. Así que la elección de la productora, Marina Cicogna, tampoco parece descabellada. 

Los actores principales y el propio De Sica trabajan a porcentaje, sin recibir un salario. La financiación se completa con la participación de la sociedad española Azor Films, filial de la distribuidora multinacional Cinema International Corporation, para cubrir la cuota de distribución en España y aprovechar, de paso, los beneficios de la doble nacionalidad. La película es por lo tanto una falsa coproducción hispano–italiana que participación en el elenco de un nutrido grupo de actores españoles en papeles de cierto peso: José María Prada, Teresa Gimpera o Julia Peña, en una especie de personaje comodín, puesto ahí para recordarnos que los problemas no han pasado. La debilidad está en el mencionado esquematismo de personajes y situaciones, en el raquitismo de una historia romántica en la que Clara busca antes que amor un poco de ternura, en la fragilidad de su didactismo político que llega a retomar escenas amputadas otrora por la censura, como la huelga de los pacientes de Miracolo a Milano.

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