Finalizada la II Guerra Mundial el estadounidense Herbert L. Jacobson se establece en la zona italiana del Territorio Libre de Trieste, administrado por las fuerzas anglo-americanas. Casado con una triestina, el periodista y ex-oficial del Quinto Ejército estadounidense se hace cargo de la dirección de Radio Trieste en 1946. Cuando los Estados Unidos despliegan en 1948 el Plan Marshall en Europa la Administración de Cooperación Económica (ECA) encomienda a cineastas de varios países la realización de películas de propaganda sobre sus actividades. De este modo, Herbert Jacobson se convierte en Jacopo Erbi, director de Aquila (1951), una película de ficción de dos rollos sobre la importancia de la ayuda estadounidense para acabar con el desempleo en la zona de Trieste.
Los títulos de crédito se desarrollan precisamente sobre imágenes de ciudadanos que reclaman paz, libertad y trabajo. Y ahí es precisamente donde se percibe la influencia de Ladri di biciclette (1949). Como en ésta, Aquila presenta a un padre de familia (Natale Peretti) incapaz de encontrar un puesto de trabajo que le permita llevar a casa comida para su mujer y sus hijos. Como a Antonio Ricci, la frustración le empuja al robo, aunque la policía se muestra comprensiva y le deja libre.
Hasta este momento, toda la iconografía desiquiana ha hecho acto de presencia, pero en lugar del futuro incierto que aguarda a Ricci y al pequeño Buno cuando se pierden entre la multitud al final de la película de De Sica, aquí comienza el argumentario propagandístico de Aquila. La ECA planea una inversión de dos mil setecientos millones de liras en la construcción de la refinería que da título a la película.
Bajo la eficiente supervisión de la ECA los trabajos se desarrollan a toda velocidad y, en breve, el desempleado está plenamente integrado en el equipo de la refinería y su familia, bien alimentada, es feliz a más no poder. Los camiones de Aquila distribuyen el combustible por toda Italia mientras aparece la palabra Fin. En inglés, eso sí, porque el cortometraje carece de diálogos. La banda sonora está constituida por una vibrante partitura de Mario Bugamelli interpretada, como no podía ser de otro modo, por la orquesta de Radio Trieste.
Justo antes, en un sutil guiño propagandístico, el trabajador satisfecho se ha detenido ante un cartel que solicita el voto para el PCI y no le ha hecho ni caso. Hay que recordar que Ricci y su hijo sólo encontraban solidaridad para recuperar la bicicleta robada de los miembros de una delegación barrial del Partido Comunista. Pero la llegada de la Democracia Cristiana al poder en 1948 ha allanado el camino a la ayuda americana y ambos tienen un enemigo común. En Aquila, el neorrealismo no es otra cosa que un envoltorio que, debido a la inmensa popularidad de Ladri di biciclette, el público acepta sin reparos: una cucharada de azúcar con la que hacer tragar la medicina de la propaganda proamericana y anticomunista.
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