jueves, 4 de junio de 2020

el profesor rosolillo


La compagnia dei matti (Mario Almirante, 1928) es la tercera película en la que Vittorio De Sica interviene como actor y sus recuerdos de la misma son funestos. Buena parte de su desagrado tiene que ver con el desacuerdo con su propia imagen en la pantalla. [Vittorio De Sica: La porta del cielo: Memorie (1901-1952). Cava de' Tirreni, Avagliano Editore, 2004, pa´g. 69.]


Después de tres años de aprendizaje teatral con Tatiana Pavlova, De Sica pasa a la compañía de Luigi Almirante, donde conoce a la actriz Giuditta Rissone, con quien termina casándose y teniendo una hija. Con el cambio de compañía pierde en la elección del repertorio, menos selecto que el de la rusa, pero gana en sueldo y, sobre todo, en la posibilidad de pulir su fuerte acento napolitano. Es algo que dominará con el tiempo; no así una mirada melancólica y sentimental que él mismo asocia a lo meridional. También por esta época le vuelve a tentar el mundo del cine... en lo económico, porque como intérprete no presenta para él el menor interés. Se trata de rodar para la Anonima Pittaluga una adaptación de una comedia de Gino Rocca Se no i xe mati no li volemo. Se trata de una tragedia grotesca cortada a medida para tres histriones de la vieja escuela. En la película los encarnarán Vasco Creti, Alex Bernard y Carlo Tedeschi. Ello son Momi, Piero y Bortolo, tres viejos amigos que en su juventud se corrieron juergas esplendorosas, pero que ahora son víctimas de achaques y mujeres derrochadoras, cuando no de terribles tragedias personales. Pero para mantener la pequeña pensión y el refugio que un viejo amigo les dejó como miembros de la Compañía de los Chalados, el abogado Giostra (Felice Minotti) les comunica que deben seguir cometiendo las mismas gamberradas que en su dorada juventud. En caso contrario, incumplirían las condiciones del testamento de su amigo y la casona donde se reúnen y la pequeña renta que les permite mantener algún vicio inofensivo pasaría a una institución caritativa. Así que ya tenemos lanzados a los vejetes por ferias y bailes de Carnaval a fin de dar escándalo y, a ser posible, conseguir que alguien les denuncie por gamberrismo. En fin, que se deslizan por una pendiente de degradación moral y ridículo que sólo puede tener consecuencias trágicas.

Porque, he aquí que, ay, Momi contrajo segundas nupcias con la lozana Irma (Elena Lunda, una de las mujeres más bellas de su tiempo según De Sica), a la que el petimetre profesor Rosolillo (De Sica) ha puesto cerco sentimental. Ella se rinde en un reservado del teatro donde se celebra el baile de Carnaval, pero el anciano marido, vestido de pierrot, los busca de puerta en puerta. La constatación del adulterio sume a Momi en un estado de delirio permanente -lo que da pie a Mario Almirante para algún experimento formal- en tanto que los amantes ven fracasada su aventura por falta de pecunio una vez que el irreflexivo Rosolillo ha abandonado el hogar paterno.

Se ruedan dos versiones de la seducción: para el negativo italiano Vittorio besa a su amante en los labios, para la distribución internacional, en el pecho.


El trabajo: cuatro días, compatibles con las funciones teatrales, a razón de cien liras por jornada. Sin embargo, la experiencia resulta negativa y está a punto de dar al traste con su futura carrera cinematográfica. “El maquillador me caracterizó fatal. Me puso unos bigotes de mandarín y yo, con mi escualidez y mis narices, aparecía tan feo como amante de Elena Lunda, que [Stefano] Pittaluga, entonces amo absoluto del cine italiano, decretó que no volviera a pisar un estudio cinematográfico”. [Vittorio De Sica / Emi De Sica y Giancarlo Governi (eds.): Lettere dal set. Sugar-Co Edizioni, Milán, 1987, pág. 32.]

No hay comentarios:

Publicar un comentario