Sin la sonrisa de Dios (Julio Salvador, 1955) es una exaltación de los maestros de la escuela pública, que, según la película, tienen dos apoyos insustituibles a la hora de luchar contra la desigualdad y la miseria que reina en los barrios bajos de una gran ciudad: la iglesia y el Frente de Juventudes. Gracias a la labor asistencial de estas organizaciones y a la integridad del profesor Ponte (Conrado San Martín), el golfillo Piquín (Pepito Moratalla) encontrará un camino de redención mediante la que purgar las culpas de sus padres.
Asistimos así a la plasmación de lo que se venía reclamando desde instancias oficiales españolas desde la explosión neorrelista, que deflagra en España tardíamente, a principios de la década de los cincuenta. Esto es, que la esperanza de matriz cristiana sirva de superación al determinismo que guía los mejores trabajos de Rossellini y De Sica en esta línea. La cita de Ladri di biciclette no puede ser más literal.
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