Precedente argumental de I bambini ci guardano (Vittorio De Sica, 1943), prima hermana en lo temático de Treno popolare (Raffaello Matarazzo, 1933) y en lo formal de Acciaio (Walter Ruttmann, 1933), Il Canale degli Angeli (1934) es la única obra de ficción del documentalista Francesco Pasinetti.
Como la mayor parte de su filmografía, la acción tiene lugar en Venecia, pero lejos del Gran Canal y de la plaza de San Marcos. La cinta nos muestra el ambiente proletario de Murano, con el ritmo de los días marcado por la jornada laboral y los festivos por las diversiones populares: baile con pianola, casetas de tiro al blanco... Aquí surge la posibilidad del adulterio bajo la mirada del niño, pero nada hay de melodramático en una historia tratada con suma delicadeza.
Recordemos que la película de De Sica era una adaptación de la novela de Cesare Giulio Viola Pricò.
El boletín Segnalazioni Cinematografiche del Centro Cattolico Cinematografico realizaba una sinopsis harto elocuente del clima en el que se estrenó la película al desplazar el protagonismo de Pricò a la madre, culpable de adulterio, abandono de hogar y merecedora del castigo del rechazo de su hijo, si no de otro peor. Los tiros no van por ahí, desde luego. Al ubicar en el centro del relato al niño, Zavattini y De Sica anticipan un recurso que va a ser clave en el cuarteto de cintas neorrealistas que están a punto de crear. Los personajes que focalizan el drama son seres vulnerables e indefensos: dos niños de corta edad en El limpiabotas, otro en Ladrón de bicicletas, un anciano sin recursos y su perro en Umberto D, una pareja joven sin hogar en El techo. Aunque lo auténticamente renovador de I bambini ci guardano es el desarrollo humano de los personajes y la implicación ética de los cineastas en el relato, una toma de posiciones que será clave para el desarrollo del neorrealismo al concluir la contienda. Según señalaría años después Zavattini, I bambini ci guardano “fue la etapa más importante en la evolución de mi trabajo como cineasta y también de mi trabajo como persona. (...) A través del personaje del niño sentimos por primera vez la criatura humana, mientras que todos mis personajes precedentes eran en realidad meros maniquíes”. [Cesare Zavattini: entrevista en La Table Ronde, mayo de 1960. pp. 87-88.]