sábado, 28 de febrero de 2015

pane, amore e...


Maestro en el arte de trasmitir emociones, De Sica nunca ha estado tan sobrio como en Madame de... (Max Ophuls, 1953), interpretando su personaje sin el más mínimo adorno y sin ése como engolamiento que algunos histriones confunden con seriedad. Grácil, sutil, ligero, nunca pesante, el De Sica actor da el paso hacia la madurez en plenitud de forma.

La cruz de la moneda es el maresciallo de carabineros Antonio Carotenuto de Pane, amore e fantasia (Luigi Comencini, 1953). En un sesgo que se irá acentuando a lo largo de sucesivas entregas, De Sica subraya los rasgos más ridículos–la pomposidad, la grandilocuencia, el donjuanismo...– potenciando cada gesto, pero también haciendo uso de toda la parafernalia aneja al personaje: el tricornio emplumado, el espadín, el uniforme lleno de condecoraciones, el saludo marcial. Cuando apenas llevan una semana de rodaje, Comencini aborda al actor:
—Con el debido respeto, commendatore, ¿no le parece que tal como lo está haciendo el personaje resulta un poco bufonesco?
—Ah, no sé hacerlo de otra manera —es la respuesta del maestro.

Comencini no tiene más remedio que callar, porque el actor tiene la sartén por el mango. El éxito inopinado de la película da la razón (de la taquilla) a De Sica y supone el trampolín de lanzamiento para la futura carrera de Comencini. Las sucesivas entregas de la serie van llegando puntualmente cada Navidad a la cartelera italiana, con Risi tomando el relevo de Comencini en la tercera entrega –Pane, amore e... (Dino Risi, 1955), urbana ya, en color y pantalla ancha–, y el español Javier Setó oficialmente al frente de la última, que traslada la acción a Sevilla por aquello de los dineros de las coproducciones.


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